Problemas de naming o ‘No me interesan tus interioridades’

He aquí dos billetes de autobús de la ciudad de Pamplona que van a servirnos para explicar la importancia del naming, o la elección de términos claros en una interfaz para no despistar al usuario.
Dos billetes de autobús escaneados

El billete de la izquierda es antiguo, mientras que el segundo muestra una importante corrección en el naming. Si te fijas, verás que, en la denominación del billete, el más antiguo declara que es «disuasorio«. Ese término significa que la intención de la persona que ha definido estos billetes es que NO los compres y, en su lugar, prefiere que utilices un bonobús, o cualquier otro medio de pago que sea ágil y haga que los viajeros suban con mayor rapidez y así el servicio sea más fluido. Hay otras buenas razones: se reduce el dinero en metálico que llevan los conductores, agiliza la tesorería y evita que la recaudación se quede en casa del conductor hasta que éste encuentre el momento de llegarse hasta las cocheras.

Todas estas razones son legítimas, pero es un pelín delicado que te vean el plumero reconociendo que el precio del billete es desproporcionado, y menos en los tiempos que corren, porque nadie va a pensar en tus motivos.

El billete es un documento legal que te faculta para viajar. Su denominación jurídica es «título de transporte», tiene validez de factura (por eso lleva un CIF), y además es un justificante para el seguro en caso de accidente. También tiene un montón de códigos para la trazabilidad: la expendedora, el turno del conductor, el vehículo, la parada donde se expende. Parece mentira que una pulgada cuadrada de papel térmico sirva para tantas cosas, pero así es.

¿Por qué pasan estas cosas? Probablemente nadie le dio importancia, y a la persona que programó las expendedoras de billetes le pasaron un excel con los tipos de billetes y las tarifas. En otras palabras, en la interfaz se coló en claro la estructura de la tabla de la base de datos, y por tanto se mezclaron las capas de negocio y la de usuario.

Basta de divagar. Pensemos ahora en que el billete es una interfaz. Como usuario, no te interesan las interioridades que justifican una tarifa, los procesos internos de una empresa, la búsqueda de la eficiencia. La elección de una nomenclatura correcta en una interfaz es buena para todo el mundo, ya que:

  • El usuario no se despista, ni tiene porqué entender cómo funciona la empresa que le proporciona el servicio para disfrutar de este.
  • Es necesario abstraer la función, de manera que evites que tu cliente exponga al usuario una visión que este desconoce y que no le es necesario conocer para utilizar el servicio. Una buena interfaz ejerce una separación entre capas de negocio, de manera que tu cliente explota una aplicación de forma conveniente para su proceso, pero la presentación está orientada al usuario del servicio, y, por tanto, está enfocada con la óptica del usuario, empleando términos comprensibles y un flujo asequible.
  • Además, una interfaz pulcra evita tener que ir dando explicaciones a metomentodos quisquillosos.

Si alguna vez tienes problemas para explicar esto a un cliente para que acepte un diseño, tal vez puedas enseñarle los dos billetes para convencerle.

Post scriptum: para las personas interesadas en comparar el coste de la vida, diremos que la tarifa actual del billete sencillo en Pamplona es de 1,10 €, mientras que viaje de bonobús cuesta 0,53 € (0,37 € para familias numerosas), y permite transbordos. Y, cambiando de tema… bonito titular, ¿que no?

Post data (diciembre de 2013). Anteayer en la gasolinera me dieron esto:

ticket de gasolinera