Ilusiones ópticas, conclusiones rápidas y dragones

Adoro la magia. Bueno, en realidad, lo que adoro son las ilusiones ópticas (especialmente cuando consigo descubrir el truco :D). Ilusiones como el dragón de papel creado en honor de Martin Gardner, un famoso mago americano experto en ellas.

(Puedes crear tu propio dragón con ¡unas tijeras y un poco de pegamento!)

La razón de mi debilidad es la siguiente: las ilusiones ópticas son una prueba tangible de que nuestro cerebro es un mentiroso y se empeña en mostrarnos una realidad distorsionada.

¿No te lo crees? Otro ejemplo. Mira la siguiente fotografía:

 

En ella vemos tres chicas sonriendo pero si la foto se gira descubrimos que una de las chicas tiene la boca, nariz y ojos del revés.

ninas

 

Ahora, aun conociendo esa distorsión, si volvemos la foto a su posición original seguimos observando tres chicas sonriendo.

 

Esta primera impresión rápida (tres chicas sonriendo) es un proceso automático de nuestro cerebro para sacar conclusiones. En general, resulta bastante beneficioso: procesamos la información que observamos para identificar rápidamente si estamos ante una situación amenazante, si no deberíamos preocuparnos…

Se trata de una clara ventaja evolutiva que fue clave, sobre todo, hace miles de años.
Cuando vivíamos en cuevas, teníamos que decidir en cuestión de segundos si subir o no a un árbol al escuchar un sonido en la jungla. Nuestra supervivencia estaba en juego puesto que el ruido podía haber sido producido por un animal salvaje y corríamos el riesgo de convertirnos en su cena.

Sin embargo, estas conclusiones rápidas también esconden dos problemas:

Problema 1:

Dicha habilidad del cerebro es el origen del prejuicio. Si cuando vemos a alguien por primera vez le etiquetamos rápidamente (¡y lo hacemos! ya que como digo se trata de un proceso automático) es posible que no nos esforcemos en profundizar tras esa primera impresión, perdiendo la oportunidad de conocer realmente a dicha persona.

Ese etiquetado automático se produce porque somos creadores de patrones. Necesitamos unir los puntos, conectar aprendizajes, taguear lo que vemos… Aprendemos por asociación, aunque no siempre esa asociación sea correcta. Puede tratarse, de hecho, de una asociación muy superficial si lo que estamos etiquetando son personas.

Problema 2:

Tenemos patrones cerebrales comunes. Por eso, todos sufrimos el efecto dragón de papel o el de las niñas sonriendo. Y todos los angloparlantes reconocerán la palabra -FCUK- aunque esté escrita incorrectamente. Estos patrones comunes suponen una realidad compartida como seres humanos. Pero no siempre es así.

Muchas veces nuestras percepciones se ven influídas por el contexto, las experiencias pasadas, expectativas, motivaciones (¿te suena el Sesgo de Confirmación?)…

Construimos psicológicamente nuestra realidad. Y es esa realidad diferenciada la que marcará el rumbo de las decisiones futuras. Por ello no podemos predecir ciertas reacciones, decisiones… de las personas, ya que la lectura particular que hacemos cada uno de la realidad percibida tiene mucho que ver con nuestro pasado.

Es por estos dos handicaps que deberíamos dudar de las impresiones y conclusiones rápidas que suenan a verdad en nuestros cerebros en ciertas ocasiones y, así, recordar que:

  • si tienes que hacer una user research;
  • si crees saber, sin investigarlo, quién es el público objetivo de tu negocio y cuáles son sus motivaciones y sus patrones de comportamiento;
  • si conoces a alguien por primera vez;
  • si escuchas un sonido en la junga (bueno, en este caso ¡corre!)…

… es preciso reflexionar, escuchar y mirar más allá de la primera impresión automática. Es preciso posponer el juicio.
En caso contrario, te arriesgas a perder parte de la información (a veces una parte muy grande y crucial) porque tu cerebro se ha negado a profundizar tras esa primera conclusión. Porque no has descubierto a tiempo que tu cerebro te estaba mintiendo.